En el argot
feminista, el término glass ceiling
hace referencia a una barrera invisible que impide que las mujeres, por mucha
preparación que tengan, puedan escalar posiciones dentro de una empresa y
ocupar grandes cargos (que por lo general son asumidos por hombres). La lógica tras
este mecanismo va así: la empleada siente que asciende y que es capaz de
obtener un puesto importante dentro de la organización porque lo “ve” a través
del cristal, sin embargo, no está al tanto de que su progreso tiene un límite,
en otras palabras, no está consciente de que existe una barrera. Esto último constituye
la principal característica del glass
ceiling.
Una vez explicado
esto, procedo a hacer una asociación bien descabellada: tras la derrota del 7
de octubre (en la que Chávez legitimó su forma ilegítima de gobernar) siento
que la oposición tiene un glass ceiling. Siempre crecemos (“cada vez somos más”), nos consolidamos, nos fortalecemos,
ganamos espacios, estamos más preparados y más cerca de la victoria y… por
alguna razón aún seguimos debajo de Chávez.
Hasta ahora no he
leído ningún análisis sobre la derrota que vaya más allá de “se necesitaron más
votos/menos abstención”. Por ello utilizo el término de glass ceiling: poco se sabe sobre por qué esa barrera está ahí y
cómo es posible romperla, pero lo cierto es que le imposibilita a la oposición
dar el golpe de gracia, alcanzar el más alto cargo. Su presencia muchas veces
se vincula con la mentalidad de aquellos que tienen el poder para impulsar a la
mujer a posiciones más altas, en este caso: los electores. Ellos, en ocasiones,
se dejan llevar por el miedo al cambio, a perder la estabilidad, y por la
sensación de que esa empleada no sirve para el puesto de trabajo a pesar de su
preparación, para contribuir a que el glass
ceiling se mantenga. Asimismo, se valen de especulaciones provenientes de
la subjetividad para justificar la posición de la trabajadora y las decisiones
que tomen o dejen de tomar.
Estoy consciente de
que he dejado varias cosas por fuera y de que al comparar las elecciones con
los ascensos en una empresa no pocos elementos engranan con facilidad, pero el
propósito de la asociación es describir este escenario de constante crecimiento
y robustecimiento de la oposición que incansablemente la sigue ubicando por
debajo del chavismo. En mi opinión, el 7 de octubre era el mejor momento:
Chávez no había estado tan débil, sus promesas nunca fueron tan vagas y su
discurso estaba inundado de ofensas y omisiones a los problemas del país, por
otro lado, Capriles se dirigió a quienes se tenía que dirigir, se puso un
montón de crucifijos, vistió símbolos patrios y prometió más de lo que podía
cumplir para aglutinar a los inconformes, a los parcialmente satisfechos y a
los indecisos; y aun así el primero se impuso mientras el segundo chocó con la
barrera.
Toda la situación
tiene a muchos desmoralizados, desorientados, preguntándose cómo ocurrió, qué
faltó, qué estuvo mal. Pues bien, no tengo las respuestas esas preguntas, lo
único que sé es que el glass ceiling
no es irrompible, algunas lo han fracturado, pero no lo lograron sentándose en
sus oficinas y estando conformes con sus puestos de trabajo. En otras palabras,
la impasibilidad no es la vía.