9.10.12

Glass Ceiling 7 (Techo de vidrio 7)

En el argot feminista, el término glass ceiling hace referencia a una barrera invisible que impide que las mujeres, por mucha preparación que tengan, puedan escalar posiciones dentro de una empresa y ocupar grandes cargos (que por lo general son asumidos por hombres). La lógica tras este mecanismo va así: la empleada siente que asciende y que es capaz de obtener un puesto importante dentro de la organización porque lo “ve” a través del cristal, sin embargo, no está al tanto de que su progreso tiene un límite, en otras palabras, no está consciente de que existe una barrera. Esto último constituye la principal característica del glass ceiling.

Una vez explicado esto, procedo a hacer una asociación bien descabellada: tras la derrota del 7 de octubre (en la que Chávez legitimó su forma ilegítima de gobernar) siento que la oposición tiene un glass ceiling. Siempre crecemos (“cada vez somos más”), nos consolidamos, nos fortalecemos, ganamos espacios, estamos más preparados y más cerca de la victoria y… por alguna razón aún seguimos debajo de Chávez.

Hasta ahora no he leído ningún análisis sobre la derrota que vaya más allá de “se necesitaron más votos/menos abstención”. Por ello utilizo el término de glass ceiling: poco se sabe sobre por qué esa barrera está ahí y cómo es posible romperla, pero lo cierto es que le imposibilita a la oposición dar el golpe de gracia, alcanzar el más alto cargo. Su presencia muchas veces se vincula con la mentalidad de aquellos que tienen el poder para impulsar a la mujer a posiciones más altas, en este caso: los electores. Ellos, en ocasiones, se dejan llevar por el miedo al cambio, a perder la estabilidad, y por la sensación de que esa empleada no sirve para el puesto de trabajo a pesar de su preparación, para contribuir a que el glass ceiling se mantenga. Asimismo, se valen de especulaciones provenientes de la subjetividad para justificar la posición de la trabajadora y las decisiones que tomen o dejen de tomar.

Estoy consciente de que he dejado varias cosas por fuera y de que al comparar las elecciones con los ascensos en una empresa no pocos elementos engranan con facilidad, pero el propósito de la asociación es describir este escenario de constante crecimiento y robustecimiento de la oposición que incansablemente la sigue ubicando por debajo del chavismo. En mi opinión, el 7 de octubre era el mejor momento: Chávez no había estado tan débil, sus promesas nunca fueron tan vagas y su discurso estaba inundado de ofensas y omisiones a los problemas del país, por otro lado, Capriles se dirigió a quienes se tenía que dirigir, se puso un montón de crucifijos, vistió símbolos patrios y prometió más de lo que podía cumplir para aglutinar a los inconformes, a los parcialmente satisfechos y a los indecisos; y aun así el primero se impuso mientras el segundo chocó con la barrera.

Toda la situación tiene a muchos desmoralizados, desorientados, preguntándose cómo ocurrió, qué faltó, qué estuvo mal. Pues bien, no tengo las respuestas esas preguntas, lo único que sé es que el glass ceiling no es irrompible, algunas lo han fracturado, pero no lo lograron sentándose en sus oficinas y estando conformes con sus puestos de trabajo. En otras palabras, la impasibilidad no es la vía.