Hace dos días Maduro anunció por cadena
nacional la construcción de la casa número 400.000 de la Gran Misión Vivienda.
En la transmisión que hizo desde Nueva Esparta exhibió una de sus célebres
tautologías, iba así: el pueblo es quien gobierna,
nosotros somos el pueblo y nosotros gobernamos para el pueblo; lo
que se entiende, como conclusión, es que él gobierna para sí mismo. Luego, le
dieron la oportunidad de hablar a Molina y
a Ramírez, quienes dieron a conocer cuánto se había
invertido en el programa hasta el momento y agradecieron a las brigadas de
ciudadanos conformadas para la construcción de los hogares. Al final, Maduro se
despidió y dijo "vamos a saludar al pueblo", acto de habla que lo
distinguió inmediatamente de aquellos a quienes apelaba. El supuesto ente se
oía a lo lejos, con evidente agitación, emitiendo una serie de gritos
incomprensibles para el oyente que se encontraba al final del sistema comunicativo.
Así, emotiva e irracional se perfilaba la muchedumbre.
El pueblo ha sido todo para la
Revolución, es quien gobierna, por quien se gobierna y para quien se gobierna.
Hasta hoy día no hay una definición muy clara de la palabra, pero si uno
tuviese que adivinar por el discurso oficial, diría que es todo aquello lo que
no es 'burgués'. Durante estos años, el pueblo ha quedado anónimo a pesar del
papel protagónico que se dice darle. En el caso de la escena antes relatada, se
habló de unas brigadas que contribuyeron a construir las casas del complejo y
no se mencionó ni reconoció a un solo integrante, la luz del reflector estuvo
siempre enfocada hacia el presidente que le agradecía al pueblo, pero no había
rostros visibles de este que corroboraran su rol preponderante.
Así como ocurre en este caso, pasa en
muchos más. A través de las televisoras estatales se observa que los logros
para el país son obra y gracia de los líderes políticos (tanto nacionales como
internacionales), el "pueblo llano", la gente "de a pie",
queda en la sombra. Obviamente se les alude (vagamente), pero uno no puede
evitar pensar que es una consolación o, peor, una autorreferencia. Se
vanaglorian entre ellos; los que antes rodeaban a Chávez y ahora son el
gobierno, los que rotaron durante años por todas las instituciones del Estado
sin importar su aptitud para el cargo.
De esta forma, se le atribuye
implícitamente al gobierno la facultad para llevar a cabo las transformaciones
necesarias y al pueblo se le adjudica un papel accesorio. Asunto que no sería
tan cuestionable si no fuera porque en las peores crisis del país los papeles
han sido invertidos desde arriba. Durante la crisis energética de 2010, que azotó a todo menos
Caracas, el pueblo debía pagar las multas, ahorrar energía y padecer los apagones, cuya razón de ser, según
versiones oficiales, era 'un aumento en el consumo de la población'.
Rápido: piense en líderes de
comunidades o en personas que no estén montadas en la política o los medios de
comunicación que se hayan hecho insignes durante este gobierno por su trabajo
cotidiano y el aporte significativo que han hecho a su entorno. Son pocos o
ninguno, ¿cierto? ¿Y es más probable que no los haya o que su labor no sea
difundida por el gran aparato comunicacional del Estado? Otra prueba de que los
últimos son instrumentos propagandísticos y de que la Revolución se escribe
desde el poder.
Hay otro ejemplo más banal, pero igual
de útil: piense en cuántas fotos ha visto de gente que usted conoce, que no
estén afiliados a partidos, con Capriles. Piense cuántas ha visto con Maduro1.
Fotos casuales, tomadas con un teléfono o una cámara digital sencilla por un
tercero. Probablemente, los casos del primero superen al segundo. Lo que podría
indicar que el gobierno de calle mantiene una distancia con el ente al cual se
debe y con el que se equipara.
Al final, el pueblo son las masas.
Moldeables y dirigibles a conveniencia. Se expanden y se convierten en un
conjunto de mundos y realidades individuales al momento de agradecer (y así,
magnificar) las obras del régimen o cuando encarnan las denuncias que quieren
atribuir desde el poder a los opositores. Se reducen a una mínima expresión
cuando se escapan de las manos que las amasan.
1. El autor de este
texto no puede evitar pensar que las personas que se fotografían con el
presidente son previamente esterilizadas, libradas de parásitos y desinfectadas
antes de posar para la cámara.
Hace unos años, mientras esperaba en una parada, vi dos afiches propagandísticos en la pared del frente, uno decía "Ahora el petróleo es del pueblo", y el del al lado "Chávez es el pueblo". Desde entonces no he vuelto a ser la misma persona.
ResponderEliminarEn fin, tu escrito me recordó un documental en el que enseñaban uno de los primeros montajes fotográficos de la historia. Se trataba de un suplemento propagandístico que traía una revista soviética, donde había una foto enorme del pueblo soviético muy feliz en plena labor, todos llevaban palas y de esas bragas de trabajo. Al tiempo se descubrió que las caras felices habían sido superpuestas en las caras tristes de unos cientos de famélicos, lo que la imagen mostraba en realidad era a los prisioneros políticos que estaban construyendo el mismo ghetto donde iban a vivir...No se porque recordaría eso.